Fernández y el aborto * La “ley Vilma” * La extraña pasividad del episcopado * Bergoglio se suma a la saga epistolar * Las relaciones de la Curia con el gobierno y la negociación con el FMI * Béliz y el Vaticano * Stiglitz, Yellen y Guzmán: un triángulo clave para la negociación externa * Guzmán, entre CFK y Fernández * El frente social * El frente sindical * Extraños rumores en el área de salud * La tensión en la cúspide y el caso de la obra pública santacruceña.

 La semana que comienza hoy estará signada porque el Congreso regresará a sesionar de manera presencial para tratar la despenalización del aborto. El tema, más allá de su especificidad, afecta relaciones de poder muy importantes, también desde el punto de vista coyuntural. A continuación un conjunto de datos y reflexiones sobre un juego que involucra a la Iglesia, a las relaciones de poder y a las finanzas del país:

 

• El tratamiento de la despenalización del aborto tiene, más allá de su significado ideológico, moral y sanitario, un eje inocultable de relación entre el gobierno y las confesiones religiosas. Alberto Fernández se adelantó a cualquier reproche cuando, en la primera reunión que mantuvo con las autoridades del episcopado católico, les advirtió: “Más allá de que mi posición personal sea contraria al aborto, debo decirles que voy a proponer la despenalización porque es un compromiso de campaña”. Fernández introdujo una innovación en la materia: no se pretende limitarse a promulgar una iniciativa del Congreso. El proyecto que comenzará a tratarse el jueves fue elaborado y promovido por el Poder Ejecutivo. Algo distinto a lo que sucedió con la propuesta anterior, la ley de matrimonio igualitario e, incluso, la ley de divorcio de tiempos de Raúl Alfonsín. En los tres casos el impulso fue parlamentario.

 

• En esta ley tiene una gravitación enorme la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra. Es la funcionaria que más influye en el presidente. Su identificación con el proyecto es tal que a la despenalización se la conoce ya como “Ley Vilma”. Esta abogada proviene de una tradición de izquierda no peronista que se remonta a su padre, un exiliado paraguayo, y a su hermano, el ex alcalde Aníbal Ibarra. Esa posición estuvo siempre muy marcada por el laicismo. Cabe recordar que, en 2004, Aníbal Ibarra mantuvo un conflicto abierto con el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, por una exposición retrospectiva del artista León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta. Aquella muestra alertaba a los visitantes con un cartel que decía “En esta exposición hay obras que pueden herir la sensibilidad religiosa o moral del visitante”. Se exponían cristos en tostadoras hogareñas, una Madonna masturbándose frente a una imagen de Cristo, o un Cristo apretado por una trampera, entre otras imágenes”. Ibarra no admitió cerrar la muestra y quedó en abierto conflicto con Bergoglio. Esta querella es la que alentó la versión de que Bergoglio había sido decisivo en el proceso que terminó con la destitución del jefe de Gobierno, a raíz de la tragedia de Cromañón, ocurrida el 30 de diciembre del mismo 2004. 

 

• La pelea de la Iglesia con los Ibarra, por lo visto, no cesa. Pero tampoco tiene aquella virulencia. Más aún, en el Congreso llama la atención que el episcopado haya “militado” muchísimo menos contra esta ley que en la experiencia anterior, a mediados de 2018, cuando fue aprobada en Diputados pero rechazada en el Senado. En aquella oportunidad hubo intensísimas gestiones de los obispos delante de legisladores. Inclusive el Papa interesó en el tema a María Eugenia Vidal, por entonces gobernadora, cuando ella lo visitó en Roma. Hoy pareciera que el intento de impedir la sanción corre más por cuenta de los pastores evangélicos que de la jerarquía católica.

 

• El papa Francisco tampoco ha mandado mensajes contundentes. Es relevante, porque la admisión del aborto en su país puede tener un impacto simbólico a escala universal. Una de las razones por las cuales fue elegido como jefe de la Iglesia, según muchas interpretaciones, es que provenía de una región, América Latina, en la que la religiosidad católica conserva más dinamismo. No faltará quien, en esta perspectiva, entienda lo que está pasando en la Argentina como un fracaso del Papa. No faltará, sobre todo, en el seno de la Curia, donde tiene tantos adversarios.

 

• Bergoglio se sumó hace pocos días a la saga epistolar de la vida pública argentina enviando él también una carta. Esta vez los destinatarios fueron ex alumnos suyos, de cuando enseñaba Literatura en el Colegio Inmaculada Concepción, la casa de los jesuitas en la ciudad de Santa Fe. Ese texto, enviado si no con pedido por lo menos con autorización de publicación, terminó siendo una especie de carta abierta. Lo primero que expresa su envío es la necesidad del Papa de aclarar una cantidad de ambigüedades sobre sus posiciones políticas. Así, el alega que no sigue de cerca la vida pública argentina, sino que se informa con las presentaciones que le ofrece cada semana la Secretaría de Estado de la Santa Sede. En simultáneo con su epístola, trascendió un video en el cual él saluda a Emilio Monzó y lo elogia sobre su comportamiento al frente de la Cámara de Diputados en los cuatro años de gobierno de Mauricio Macri. La aparición de ese mensaje hizo que un gracioso comentara: “Hay que sacarse el sombrero con la Secretaría de Estado, porque si el mismo conocimiento tienen sobre el presidente del Congreso de Guatemala o de Etiopía, estamos ante diplomáticos de nivel insuperable”.

 

• El Papa aclaró también que “el doctor Juan Grabois” no actúa en su nombre en la Argentina. Al borde del cinismo, pidió a sus ex alumnos que le envíen las declaraciones en las que Grabois lo cita a él para justificar sus operaciones. Es obvio que sabe que esas declaraciones son inexistentes. Es una advertencia muy oportuna, porque muchos periodistas culparon al Papa, y a los obispos en general, por la toma del campo de la familia Etchevehere por parte de Grabois. Hay lecturas más alambicadas, que en las críticas actuales de Grabois quieren ver un endurecimiento del Papa frente al gobierno de Fernández, ahora que se impulsa la ley del aborto. Es posible que el mensaje más contundente del Papa haya sido la información de que no se volvió a hablar con Cristina Kirchner desde que ella dejó la presidencia. Igual que con Mauricio Macri. La vicepresidenta, que quiso sin éxito comunicarse con Bergoglio varias veces, debe haber lamentado menos esa aclaración que la simetría que el Papa se encargó de establecer con ella y Macri.

 

• Estas manifestaciones de Bergoglio despejan el campo en el que se realiza hoy su convergencia con el oficialismo. La posición casi oficial del Vaticano es que hay una decisión de apoyar a Alberto Fernández, operada a través de dos contactos: Gustavo Béliz y Martín Guzmán. Béliz tiene un trato muy directo con Marcelo Sánchez Sorondo, el obispo argentino que se desempeña como canciller de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales. Más aún: apenas se corroboró que la candidatura de Béliz a presidir el BID había fracasado, Sánchez Sorondo comunicó la incorporación del secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia.

 

• A esa Academia pertenece también Joseph Stiglitz, el mentor de Guzmán en la Universidad de Columbia. Stiglitz es clave en toda la gestión del ministro, como se advirtió durante la negociación de la deuda privada, cuando el premio Nobel encabezó a un grupo de académicos que defendió la posición de la Argentina. Ahora ese padrinazgo será todavía más valioso para Guzmán. Stiglitz fue profesor de Janet Yellen, la nueva secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, en Yale, durante los años ’70. Desde entonces son amigos. Stiglitz estuvo en el comité de doctorado de Yellen, que hizo su tesis bajo el asesoramiento de James Tobin, también premio Nobel y discípulo de Joseph Schumpeter. Stiglitz, de quien heredó el cargo de jefa del gabinete de asesores económicos de Bill Clinton, compartió el premio Nobel en 2001 con George Akerlof, el esposo de Yellen. Este entramado puede ser clave para Guzmán. Sobre todo si se agrega que también existe un puente muy activo entre Joe Biden, un descendiente de irlandeses y activo católico, con la Santa Sede.

 

• El papel de Yellen será clave en la negociación con el Fondo. Sobre todo porque esa negociación presenta dificultades políticas muy comprensibles. Una de ellas es el límite social del ajuste, cuestión que a los técnicos del organismo les preocupa sobremanera. Guzmán, y también ellos, están en estos días interesados en estrechar vínculos con los líderes de movimientos sociales. El problema en este frente es, sobre todo, la eliminación del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), que fue un instrumento de asistencia a los más necesitados durante la pandemia. Hay decisiones que tienen un grado mayor de abstracción pero cuyo impacto sobre el clima económico-social es mucho más directo. La más importante es la suba de la tasa de interés, naturalmente recesiva, indispensable para promover el interés por el peso y evitar la fuga hacia el dólar, con la consiguiente caída de reservas. Este es el núcleo de la discusión con el FMI, más allá inclusive de la discusión fiscal. 

 

• Guzmán está inquieto por este aspecto de la discusión, que lo obliga a moverse con mucho equilibrio entre la Casa Rosada y el Instituto Patria. Todavía no hay indicios de que Cristina o Máximo Kirchner hayan resquebrajado su apoyo a la gestión de Economía. Aun cuando el diputado Kirchner está disconforme con la eliminación del IFE, sobre todo si se produce antes de fin de año. Aun así, el ministro está más que atento a las tensiones entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner.

 

• La relación con el sindicalismo también está tensa. Los gremios privados –complicados con las bases- tienen poco margen para aceptar la eliminación de la ATP.  Preocupados, se lo plantearon al presidente. Ahora lo que se espera es lo de siempre: que desde el gobierno se les ofrezca una ayuda monetaria para sus obras sociales desde la Superintendencia de Salud. A propósito de esa área: es cada vez más fuerte el ruido sobre exigencias controvertidas para prestadores, sobre todo droguerías, no sólo en la Superintendencia, sino también en niveles intermedios del PAMI y de la provincial IOMA.

 

• Más allá de las preocupaciones de Guzmán, la zona de conflicto entre el presidente y su vice se da en el plano judicial. Muchas polémicas son secundarias, a pesar de su estridencia. La cuerda sensible que hay que observar es la relación con la Corte Suprema de Justicia y, en especial, el destino que tenga la pretensión de Cristina Kirchner de que el máximo tribunal suspenda el juicio oral sobre los sobreprecios en la obra pública de Santa Cruz, para ordenar una nueva pericia. Si la Corte rechaza ese pedido, es probable que la vicepresidenta sea condenada. Una dificultad importante, porque esa condena se proyectaría sobre las causas Hotesur y Los Sauces: los sobreprecios de Santa Cruz serían la fuente del dinero que se habría lavado en esas sociedades, en las que los hijos de la señora de Kirchner figuran como accionistas. La decisión del tribunal de no revisar la condena de Amado Boudou, quien terminará de nuevo entre rejas, es un antecedente muy negativo para este caso, que es el que más inquieta a la jefa del Frente de Todos.